martes, 5 de junio de 2007

El Siglo XIX : sus bibliotecas

A partir del primer cuarto del siglo XIX, la sociedad europea inicia un proceso de profundas transformaciones, que se conocen como la Revolución industrial. La burguesía que triunfa en Francia se impone en todos los países como nueva clase dirigente y liquida las estructuras económicas de siglos anteriores. La aristocracia y los gremios pierden su poder tradicional, desaparecen los privilegios y las trabas comerciales, se explotan nuevas fuentes de energía, se utilizan nuevas materias primas y se moderniza el sistema de transporte.
A partir de ese momento la aristocracia irá perdiendo su poder político y social y será sustituida por la burguesía, principal representante de la nueva fuente de riqueza: la industria. Se denomina burguesía a los burgueses o ciudadanos acomodados o ricos, que no practican un oficio manual y son propietarios de bienes de producción y tienen su propio modo de pensar respecto a la organización de la sociedad, a la propiedad, a la producción y a la distribución de la riqueza.
El primer sentido de la palabra "burguesía", que aparece en los comienzos de la vida comunal urbana, es político (s. XI). Es un título: se es burgués; un título que distingue y clasifica, entre los habitantes de las ciudades, a los que se relacionan por juramento para defenderse y asistirse mutuamente, por una parte, y para obtener exenciones colectivas, por otra. En esta parte histórica, la civilización se caracteriza por una oposición ciudad-campo. El burgués será el hombre de la ciudad.
Después de haber sostenido durante 500 o 600 años luchas contra las demás capas sociales (nobleza terrateniente, clero, campesinos, asalariados, cortesanos, etc.), la burguesía europea conquista el poderío político en el curso de una serie de revoluciones, que estallan primero en el s. XVI en los Países Bajos, en Inglaterra en el XVII y en Francia en el XVIII. Estas revoluciones, que introducen la democracia parlamentaria y amplían las libertades conquistadas por la burguesía en el trabajo, la elección de oficios, el comercio y el beneficio, hacen posible la revolución industrial. El desarrollo del capitalismo aparece estrechamente relacionado con la constitución de la burguesía como clase dominante. Se distinguen diversos aspectos respecto a la burguesía como clase social: se denomina Alta burguesía a la que posee los medios de producción; la burguesía media comprende a los que componen los cuadros superiores de la economía, o, a aquellos que ejercen una profesión liberal. La pequeña burguesía comprende a los cuadros medios inferiores de la industria y del comercio y a todos aquellos cuyos intereses están estrechamente ligados a los de la alta y media burguesía.
A mediados del siglo XIX aparece una nueva tendencia política producto de la Revolución francesa y del maquinismo o Revolución industrial: El liberalismo, una primera manifestación liberal la encontramos en la consigna de la Revolución francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. El lema fue recogido más tarde por el llamado Tercer Estado, la burguesía. Con la Revolución industrial, el liberalismo se inicia un largo proceso de configuración y desarrollo social de consecuencias profundas y variadas. Es una doctrina principalmente individualista, que proclamaba el valor del individuo y defendía su dignidad e igualdad. La libertad de opinión y de asociación y la igualdad de oportunidades eran los puntos básicos de su programa. El liberalismo se enfrentó al absolutismo de los reyes y a las concepciones tradicionales y se presento como una doctrina en favor del progreso, sin embargo, trajo consigo la idea de la representación política por medio del sufragio universal, que transformó la vida política de las naciones, al establecer un sistema de gobierno en donde el ciudadano vio restringidos sus derechos políticos al simple derecho de votar sin ninguna posibilidad de intervenir o poder participar en la vida política, que queda en manos de aquellos que son elegidos por el votante, y que una vez elegidos no tienen ninguna responsabilidad respecto de quien los eligió.
No obstante, el liberalismo proclamaba la idea de los mismos derechos políticos y sociales para todos, e incluso llegó a considerar la posibilidad de un reparto más equitativo de la riqueza, pero no admitía la igualdad económica ni la redistribución social de la riqueza acumulada, producto del aprovechamiento de la organización social y el esfuerzo colectivo, que en siglo XIX se le denominó plusvalía y finales del siglo XX productividad.
La transformación del mundo rural, cada vez más mecanizado, y un alto crecimiento demográfico harán surgir en las ciudades y en las zonas más industrializadas una copiosa mano de obra que se agrupará en una nueva clase social: el proletariado industrial de las ciudades, dando lugar a lo que se conoce como revolución industrial, y de la máquina, su principal instrumento. Ya desde hacía algunos años, se empezó a configurar la idea de agrupar a los obreros en un mismo local (la fábrica), para poder utilizar un sistema de división del trabajo que permitiera la fabricación en serie, dando con ello lugar a los sistemas de producción industrial. Hasta entonces la producción doméstica era la más extendida en toda Europa; los artesanos eran los propietarios de sus herramientas y solían alternar su trabajo en el taller con las labores del campo. Pero el maquinismo cambió rápidamente esta situación y favoreció la concentración laboral de los trabajadores en fábricas. Los nuevos materiales y las máquinas eran caros; estas últimas tenían, además, un funcionamiento complejo y exigían a menudo la labor coordinada de varios operarios que trabajaban simultáneamente o por turnos.
El siguiente paso consistió en la explotación masiva de las materias primas y la concentración de población en grandes zonas urbanas; estos dos procesos caracterizaron el cambio social y económico que tuvo lugar en los años siguientes.